martes, 10 de septiembre de 2019

Esas fiestas en la oficina

Mientras fijaba toda su atención sobre la hoja en que escribía, Rafael lo sintió entrar en la oficina. Siguió sentado tras su escritorio sin intención en ponerse de pie y sólo levantó la vista por sobre el marco de sus lentes de lectura, lo miró fijo y acusador, parecía querer decir algo sin llegar a atreverse, hasta que en sus ojos asomó un color a revancha y dejó ir la acusación.
—Tu mujer te engaña.
Lo dijo con una clara pronunciación y sin un atisbo de temblor en la voz.
Miguel Ángel se sintió sorprendido por tan segura aseveración.  Luego carraspeó, frunció el arco de las cejas y no supo qué decir, hacer o preguntar.
Rafael lo volvió a mirar.  En el fondo de sus ojos se había depositado el brillo del triunfo cuando replicó:
—A los dos nos engañan.
Miguel Ángel hizo un leve movimiento en retroceder y preguntó desconfiado:
—¿Cómo lo sabes?
Rafael comenzó a disfrutar el sentimiento del triunfador, por primera vez él pasaba a la cabeza; aun así bajó la mirada al notar que Miguel Ángel hacía un esfuerzo por abandonar la habitación.  Cuando lo imaginó junto a la puerta, remató:
—¿Cómo lo sé?  De la misma manera como tú sabes que Amelia me engaña.






Nota: este relato está incluido en el próximo libro a ser publicado. La fotografía corresponde a su portada.


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